¿Realmente son caros los productos de la gastronomía venezolana? Una reflexión necesaria

¿Realmente son caros los productos de la gastronomía venezolana? Una reflexión necesaria

En casi cualquier conversación de venezolanos fuera del país, especialmente en redes sociales, suele aparecer un comentario recurrente: "¿Cómo van a cobrar eso por una arepa?", "¡Una empanada a ese precio es un robo!", "Por ese precio me compro tres en Venezuela". Lo que parece una simple queja se ha convertido, en muchos casos, en una campaña sostenida de desprestigio que no solo critica precios, sino que desvaloriza productos, sabores, historias y el esfuerzo emprendedor detrás de cada preparación.

Estas críticas no surgen en el vacío. Forman parte de una tensión cultural no resuelta: la dificultad de asumir que aquello que antes era cotidiano hoy tiene un nuevo valor, no solo económico, sino simbólico. Lo que antes se comía en una esquina con un billete roto, hoy se presenta en una ciudad lejana, con ingredientes importados, bajo regulaciones sanitarias estrictas y en condiciones que nada tienen que ver con aquel país que dejamos atrás.

El juicio sobre el precio, más que una opinión racional, suele estar cargado de emociones no resueltas. Para algunos, ver una empanada a 6 euros puede parecer un insulto a la memoria. Para otros, una muestra de que el éxito ajeno incomoda. El verdadero problema no es el precio: es la forma en que nos cuesta aceptar que algo tan íntimo como nuestra comida también puede evolucionar, profesionalizarse y valer más.

¿Por qué duele el precio de una arepa?

Más allá del número que marca la caja registradora, lo que duele para muchos es la distancia simbólica entre el recuerdo y la realidad. La arepa era, para muchos, un desayuno rápido en una esquina, una merienda entre clases, una cena improvisada. Ponerle un precio de restaurante, sumarle impuestos, gastos fijos, delivery y packaging, parece desvirtuar su esencia. Pero lo cierto es que esa esencia, en el exterior, se construye desde cero y cuesta.

Las variables que componen el precio de una arepa en ciudades como Miami, Madrid o Buenos Aires son múltiples: alquileres comerciales altos, permisos legales, certificaciones sanitarias, fluctuaciones del dólar o el euro, escasez de algunos insumos, comisiones de plataformas digitales y una jornada laboral que no termina al cerrar la puerta. Todo esto lo sabe quien emprende, no siempre quien consume.

El problema surge cuando comparamos sin contexto. Porque lo que en Caracas cuesta 1 dólar, en Lima puede costar 3, y en Nueva York, 6. Pero eso no implica necesariamente especulación. El problema es cultural: nos cuesta ver valor donde antes solo había costumbre. Y la costumbre, como la nostalgia, no paga impuestos ni alquiler.


Lo que NO se Ve

Para entender con mayor claridad por qué los precios son los que son, hay que abrir la caja negra del emprendimiento gastronómico. No se trata solo de harina, queso y pernil. Se trata de un sistema que, para sostenerse, necesita operar con una estructura profesional. En promedio, un pequeño food truck o local de comida venezolana en el exterior dedica entre el 25 y el 40 % de su facturación mensual al pago de alquiler, servicios y licencias.

Los costos variables también son importantes: insumos (entre 20 y 35 %), empaques biodegradables u homologados, comisiones de aplicaciones (que pueden llegar al 30 %) y salarios por encima del mínimo legal para mantener personal comprometido. A esto se suma el tiempo invertido en redes, diseño, atención al cliente y mejoras continuas. La rentabilidad neta, en la mayoría de los casos, rara vez supera el 15–20 % sin volumen constante.

Actualizando cifras más realistas por región, un menú promedio con arepa rellena (proteína, vegetales, queso y empaque) puede implicar estos rangos:

RegiónCosto total estimado (insumos + operación)Precio promedio de ventaMargen neto estimado
EE.UU.$4.50–$5.50$8.50–$10.0015–25%
España€3.50–€4.50€6.50–€8.0015–20%
ChileCLP 2.500–3.500CLP 5.000–6.50010–20%
Panamá$3.50–$4.20$5.50–$6.5010–15%

Nota: los márgenes se reducen aún más si se incluye delivery o si hay baja rotación.

¿Qué hace que un producto se perciba como caro?

Uno de los elementos más poderosos que afecta la percepción de precio es el anclaje emocional. Si toda la vida pagamos menos de un dólar por una empanada en Venezuela, nos costará aceptar pagar cinco veces más por la misma empanada en otra ciudad. Aunque no sea la misma. Aunque tenga mejores ingredientes, presentación cuidada y se venda en un entorno regulado.

También influye la expectativa del formato. Estamos acostumbrados a ver productos como la arepa o el pepito como "comida callejera" y no como cocina. Eso crea una barrera psicológica. Porque asociamos el lujo al emplatado y al silencio de los restaurantes, no a una caja de cartón con una etiqueta bien diseñada. Romper ese paradigma es parte del reto.

Por último, la crítica responde muchas veces a un patrón de resentimiento acumulado. No es solo el precio: es la frustración de ver a otros triunfar donde uno no pudo. Es el rechazo inconsciente a ver la cultura propia en un escaparate. Y es la dificultad de abrazar que nuestra comida puede ser patrimonio, sí, pero también puede ser negocio. Y que eso no la degrada. La dignifica.

¿Cómo responder con inteligencia a la crítica?

El emprendedor venezolano enfrenta un reto doble: cocinar y comunicar. No basta con preparar productos sabrosos, hay que saber explicar qué hay detrás de cada uno. En vez de entrar en discusiones estériles en redes sociales, es más poderoso mostrar: enseñar cómo se arma una arepa, cuánto tiempo toma, qué ingredientes se usan, cuánto cuesta operar un food truck o abrir un local.

Una estrategia efectiva es la transparencia. Mostrar costos estimados, procesos, personal y valores. Contar historias reales. Invitar a la conversación sin resentimiento. Educar desde el orgullo, no desde la queja. Porque quien entiende el valor, rara vez discute el precio.

También es útil diversificar la oferta: tener productos que conecten con públicos de distintos niveles adquisitivos, sin comprometer la calidad. Y sobre todo, recordar que la marca no es solo lo que se vende, sino lo que se proyecta. Cuando el cliente siente que compra una experiencia honesta, el precio deja de ser el centro del debate.

Cuando la arepa abre caminos

Lo que comenzó como una necesidad –cocinar para sobrevivir– se ha convertido en un motor de transformación. Hoy, la presencia de la gastronomía venezolana en el mundo no solo se ve en restaurantes, también en supermercados, ferias, festivales, food trucks y hasta en los menús corporativos de cadenas globales. El caso de los tequeños en Burger King, los plátanos en los anaqueles chilenos o los empaques de harina de maíz en Europa son señales de que algo está cambiando.

En Chile, el consumo de pasta ha aumentado en parte gracias a la migración venezolana. En Estados Unidos y España, el cultivo y comercialización de maíces criollos ha resucitado para abastecer a marcas como Polar, que ahora compra materia prima en granjas de Andalucía o Georgia. Estos movimientos no solo benefician a los venezolanos, también a agricultores, logísticos y otros eslabones de la cadena alimentaria local.

La gastronomía, en este sentido, es circular. La diáspora no solo exporta nostalgia, también abre oportunidades, genera empleo, activa economías, y transforma paladares. Cada arepa vendida en el extranjero es una embajada comestible. Y cada cliente que la prueba, una puerta que se abre para todo lo que viene después: ron, cacao, ají dulce, gastronomía regional, turismo cultural. La arepa es apenas el comienzo.

¿Es realmente caro el producto venezolano en el exterior? La respuesta más honesta es: depende. Depende de dónde, de cómo, de con qué, de quién lo haga. Pero lo que no debería depender es nuestra reacción colectiva. En vez de atacar, deberíamos acompañar. En vez de comparar con lo que fuimos, deberíamos entender lo que hoy somos.

Emprender no es fácil. Menos aún cuando se hace con ingredientes que evocan patria, desde cocinas prestadas o bajo sol y lluvia en un food truck. Criticar desde el teclado es sencillo. Valorar, reconocer y apoyar exige más. Pero también transforma más.

La gastronomía venezolana está encontrando su lugar en el mundo. No lo hace por concesión, lo hace por mérito. Y si bien aún hay camino por recorrer, lo cierto es que ese camino ya está abierto. Por una arepa, por una empanada, por un sabor que insiste en no desaparecer. Y eso, con toda certeza, no tiene precio.

Read more