Nuevo etiquetado en Texas: un cambio que invita a rediseñar la confianza
A partir de 2027, Texas requerirá advertencias en alimentos con ciertos aditivos. Este artículo analiza qué implica la nueva ley y cómo adaptarse con estrategias claras, comunicación efectiva y diseño inspirado en modelos internacionales que informan sin alarmar.
El 23 de abril de 2025, el estado de Texas aprobó una nueva ley que introduce un cambio significativo en el etiquetado de productos alimenticios empacados: a partir de enero de 2027, los alimentos que incluyan ciertos aditivos deberán incorporar advertencias visibles en su empaque indicando que esos ingredientes “no son recomendados para el consumo humano en otros países”.
Aunque la norma ha generado conversación en el sector, es importante entenderla más allá de los titulares. No se trata de una prohibición, sino de una obligación de transparencia. Y si bien algunos de los aditivos incluidos tienen aval internacional o procedencia natural, el eje de la ley es brindar mayor información al consumidor sobre la composición de los productos.
Esta medida forma parte de una tendencia más amplia que ha cobrado fuerza en Estados Unidos y otras regiones: comunicar de forma más clara el impacto, origen y composición de los alimentos, respondiendo a un consumidor cada vez más informado, exigente y consciente.
¿Qué cambia con esta ley?
La legislación texana contempla más de 40 ingredientes que, por distintos motivos, no están aprobados o son objeto de regulación especial en ciertos países. La lista incluye colorantes artificiales, agentes texturizantes y conservantes, pero también elementos de origen natural, como la ficina (una enzima obtenida del árbol de higo usada en la industria quesera) o el hidróxido de sodio (clave en la elaboración de pretzels).
La advertencia deberá figurar en etiquetas de productos desarrollados o renovados a partir del 1 de enero de 2027. Y aunque la FDA podría, eventualmente, armonizar criterios a nivel federal, las empresas con operación nacional deberán considerar escenarios con regulaciones distintas por estado.
Lo fundamental aquí es anticiparse: no solo desde el cumplimiento técnico, sino desde el diseño de comunicación. Una etiqueta bien planteada puede informar sin alarmar, aportar confianza en vez de dudas, y demostrar coherencia con los valores que los consumidores actuales más valoran: transparencia, trazabilidad y cuidado.
Recomendaciones para una implementación clara y efectiva
1. Diseñar advertencias informativas, no intimidantes
Evitar el lenguaje gráfico o simbólico que genere miedo innecesario. En países europeos, las advertencias sobre colorantes (como la E102 o E129) se acompañan con frases estandarizadas, en tono neutro, que invitan al consumo informado sin condenar el producto.
2. Incluir contexto educativo en etiquetas y canales digitales
Una buena práctica es utilizar códigos QR o enlaces directos desde el envase hacia micrositios que expliquen de forma clara y visual qué es el ingrediente, por qué se usa, y qué dice la ciencia al respecto. Esto permite que la advertencia sea parte de una experiencia educativa y no un elemento aislado.
3. Diferenciar entre origen, función y regulación del aditivo
En el caso de ingredientes naturalmente derivados, como enzimas vegetales o agentes usados en fermentación, se recomienda aclarar su procedencia y propósito funcional. Esto evita confusión con químicos sintéticos o aditivos industriales de alto impacto.
4. Armonizar diseño entre estados y mercados
Para marcas con distribución multirregional, es útil desarrollar un sistema de etiquetas modulable que permita adaptar el mensaje según el marco legal sin rediseñar por completo el empaque. Algunos países latinoamericanos han adoptado este enfoque para operar en mercados con normativas diversas.
5. Preparar vocería técnica para respaldar decisiones
No se trata solo de lo que dice la etiqueta, sino de cómo la marca lo explica. Contar con expertos en alimentos, nutrición o tecnología alimentaria que puedan hablar del tema en medios y redes es una inversión en reputación a largo plazo.
El nuevo etiquetado en Texas marca un paso más en el camino hacia una alimentación más informada. Y aunque plantea desafíos operativos y de comunicación para la industria, también representa una oportunidad para construir vínculos más sólidos con los consumidores.
En un entorno donde la confianza se convierte en el activo más valioso de una marca, informar de forma clara, equilibrada y veraz puede ser la diferencia entre conservar o perder una relación. El reto no es evitar las advertencias, sino acompañarlas con contexto, evidencia y coherencia.
Porque, al final del día, el empaque no solo envuelve un producto: también envuelve una promesa. Y esa promesa debe estar alineada con lo que la sociedad espera, necesita y valora.