KFC y Ogilvy Miami: cuando ensuciarse se convierte en orgullo
KFC y Ogilvy Miami convierten las manchas en orgullo con Saucy, una campaña que celebra el placer de ensuciarse y el sabor de lo auténtico.
Hay manchas que son accidentes… y otras que son recuerdos.
En la nueva campaña de KFC Latinoamérica, esas manchas de salsa, grasa o adobo se convierten en medallas de honor: signos de que el momento fue tan bueno, tan sabroso, tan vivido, que dejó huella.
Bajo el nombre “Saucy”, la pieza creada por Ogilvy Miami resignifica la idea de “ensuciarse” como un acto de disfrute y libertad. No se trata de un comercial sobre pollo, sino de una declaración cultural: comer con ganas, sin culpa y sin miedo a mostrarlo.
En tiempos donde todo se filtra, se limpia y se perfecciona para redes sociales, KFC reivindica lo contrario: la imperfección real como lenguaje de placer.


“KFC es más que un cliente: es un socio creativo que impulsa los límites y nos inspira a pensar con audacia”, afirmó Arlene Armenteros, general manager de Ogilvy Miami. Y la frase no es una cortesía: ambas marcas llevan más de 16 años trabajando juntas, creando campañas que exploran nuevas formas de conexión cultural con el público latino.
En Saucy, esa complicidad se nota. La pieza parte del legendario eslogan global “Para chuparse los dedos” —esa frase tan simple que encapsula el ADN sensorial de la marca— y lo lleva a un nuevo nivel. Ahora, la experiencia no termina en los dedos, sino que se extiende a la ropa, al cuerpo, a la risa compartida después del banquete.
“Queríamos invitar a la gente a abrazar con orgullo las manchas”, explicó Gloria Concepción, group creative director de Ogilvy Miami. “Es un toque de humor que conecta con cualquier persona, en cualquier lugar del mundo. Sabíamos que el público entendería el guiño: si te manchaste, es porque disfrutaste.”


El cortometraje, dirigido por Geoff Castillo —reconocido como Best New Director por AICP y SHOTS—, adopta una estética cinematográfica más que publicitaria. Cada mancha se convierte en una pequeña historia: un drama cotidiano contado con la cámara justa y el tono perfecto.
“Creamos pequeños dramas a partir de momentos simples, dejando que las conexiones sutiles entre los personajestransmitieran el mensaje”, explicó Castillo. “No quisimos hacer humor obvio, sino algo más emocional, más humano. Una pieza que se siente viva.”
El resultado es un anuncio que huele a comida y suena a vida: sin pretensión, sin filtros, con una mezcla perfecta entre humor y ternura.
En declaraciones oficiales, KFC celebró el resultado:
“Esta campaña muestra lo que sucede cuando las ideas frescas se encuentran con una narración divertida y audaz. Para nosotros, no se trata solo de compartir lo nuevo del menú, sino de generar conversaciones reales.”
Ese es el punto clave: Saucy no busca vender pollo, sino activar conversación cultural. Porque hoy, las marcas que logran destacar no son las que gritan su producto, sino las que se insertan en los códigos emocionales del día a día.
La mancha —ese símbolo universal del descuido— se convierte aquí en una insignia de orgullo. Un manifiesto contra la perfección estética y una invitación a celebrar lo humano, lo espontáneo, lo sabroso.
En el fondo, Saucy funciona porque toca una fibra muy latinoamericana: la idea de disfrutar sin remordimientos. Comer con las manos, reírse fuerte, mancharse la camisa sin pedir disculpas. La campaña entiende algo esencial: la autenticidad no es pulcra, es sabrosa.
Por eso, más que un anuncio, Saucy es una reivindicación cultural.
En una región donde la comida no se mide por calorías sino por recuerdos, celebrar las manchas es una forma de celebrar la vida.
En un mundo obsesionado con la imagen, Ogilvy y KFC recuerdan algo esencial: las experiencias reales dejan marcas.
Y quizá esa sea la metáfora más poderosa del marketing contemporáneo: no se trata de ocultar las huellas del disfrute, sino de convertirlas en identidad.
Como diría cualquier fan de KFC al mirar su camisa después de un banquete épico:
“Si me manché, fue por algo bueno.”