El silencio de los tenedores: Lo que nos dejó el adiós de Subway, Denny’s y Applebee’s
Cómo las grandes cadenas de comida rápida empezaron a cerrar sus puertas… y lo que eso dice de nuestro futuro como empresarios.
El silencio fue lo primero. Un silencio que se hizo habitual en esquinas donde antes olía a pancakes recién hechos o hamburguesas a la parrilla. Primero fue un Denny's en Illinois, luego un Applebee's en las afueras de Atlanta, después un Subway casi invisible entre tantas persianas bajadas. Nadie lo vio venir de golpe, pero cuando en 2025 los analistas sumaron los cierres, el número hablaba solo: más de mil locales de grandes cadenas de comida habían desaparecido en solo dos años.
No se trataba de una guerra ni de una pandemia. Era algo más sutil, pero igual de profundo: el cambio de era. Lo que comenzó como una reestructuración silenciosa terminó siendo una declaración pública de que el modelo de comida rápida estadounidense, tal como lo conocimos por décadas, estaba colapsando desde adentro.
La caída no fue homogénea. Algunas cadenas cerraron una docena de locales, otras como Subway —la que fue la franquicia más grande del mundo—, cerraron más de 600 puntos solo en 2024. Denny's anunció el fin de 150 locales. Applebee's, que había sido símbolo de la vida suburbana estadounidense, bajó la santamaría en otros 150. TGI Fridays recurrió al Capítulo 11 de bancarrotas y se deshizo de más de cien tiendas. En silencio, Red Robin y Del Taco también comenzaron su retirada de ciudades intermedias. Una a una, las luces de neón fueron apagándose.
Pero estas cifras no eran, en sí, el verdadero problema. Eran el síntoma. Porque lo que quebró no fue solo un negocio, sino una manera de pensar el negocio. Y eso nos concierne a todos.




Durante décadas, el modelo que dominó la industria alimentaria estadounidense fue simple: crecer a escala, reducir costos, estandarizar procesos y multiplicar la presencia física. Era una ecuación que funcionaba como maquinaria de relojería mientras el mundo seguía igual. Pero el mundo cambió.
Los nuevos consumidores, sobre todo los más jóvenes, ya no eligen solo por precio o conveniencia. Buscan experiencias, coherencia ética, sentido de pertenencia, salud, sostenibilidad y conexión digital. Las grandes cadenas, que construyeron su poder sobre la repetición, fueron lentas para interpretar esta transición. Cuando reaccionaron, ya habían perdido el lenguaje.
Subway, por ejemplo, enfrentó no solo una saturación de mercado —con tiendas que competían entre sí— sino una pérdida profunda de relevancia. Su promesa de frescura quedó desactualizada frente a competidores como Sweetgreen o Cava, que ofrecen productos con narrativa de origen, conciencia medioambiental y branding emocional. Denny's, por su parte, no logró renovarse frente al cambio de hábitos post-pandemia: menos consumo nocturno, más pedidos digitales, más exigencia estética y nutricional. Applebee's cayó víctima de su propia inercia. TGI Fridays intentó ser muchas cosas al mismo tiempo, pero no fue excelente en ninguna.
Y mientras estos titanes caían, otros modelos emergían. El llamado "fast casual" —una categoría que mezcla rapidez con calidad, diseño con propósito— fue el principal beneficiario de este cambio. Marcas más jóvenes, más pequeñas pero mucho más ágiles, ocuparon el espacio simbólico y operativo que las grandes dejaron vacante.
Lo que sorprende no es que cerraran locales. Lo que debería estremecernos es por qué no supieron evitarlos. Porque recursos tenían. Lo que les faltó fue adaptación. Más aún: lo que les sobró fue soberbia. La historia reciente está plagada de negocios que murieron no por crisis externas, sino por su resistencia a evolucionar internamente.
La industria, sin embargo, no está en ruinas. Todo lo contrario. Se estima que en 2025 el mercado total de restaurantes en EE.UU. superará los 1.5 billones de dólares, con una generación de empleo cercana a los 16 millones de personas. El problema no es la demanda. Es el modelo. La restauración sigue siendo esencial, pero las reglas del juego han cambiado.
Para entender mejor el impacto, vale mirar esta tabla con algunas de las principales cadenas afectadas:
Cadena | Año(s) de cierre | Locales cerrados | Motivo principal |
---|---|---|---|
Subway | 2024 | 600+ | Saturación de mercado, relevancia perdida |
Denny's | 2024-2025 | 150 | Cambios en hábitos post-pandemia |
Applebee's | 2024-2025 | 150 | Modelo obsoleto, baja renovación |
TGI Fridays | 2024 | 100+ | Bancarrota y sobreexpansión |
Red Robin | 2024-2025 | Decenas | Mal desempeño financiero |
Del Taco | 2025 | Varias | Optimización de costos y foco geográfico |
Estas cifras no solo evidencian un reordenamiento, sino una reconfiguración de prioridades dentro del marketing gastronómico. Ya no se trata de estar en todos lados. Se trata de estar en el lugar correcto, con el mensaje adecuado, en el formato correcto.
¿Qué podemos aprender entonces de esta implosión?
Primero, entender que el marketing ya no es solo una herramienta de promoción. Es una herramienta de supervivencia. Las marcas que hoy florecen no son las que gritan más fuerte, sino las que logran conversar, escuchar y emocionar. En un entorno donde todo compite por atención, gana quien genera significado.
Segundo, asumir que digital no es una opción: es el nuevo espacio vital. La presencia online debe ser estratégica, auténtica y flexible. No basta con estar. Hay que conectar. Las grandes cadenas que no supieron integrar la experiencia física con la digital se volvieron invisibles para una generación que primero busca en Google o TikTok antes de salir a comer.
Tercero, saber cuándo dejar de copiar. Durante años, muchos negocios pequeños imitaron a las grandes cadenas como símbolo de éxito. Hoy, esa referencia ha caducado. El nuevo lujo es lo local, lo artesanal, lo que tiene rostro y voz. En un mundo cansado de lo genérico, ser auténtico es una ventaja competitiva.
Finalmente, nunca perder de vista que toda marca es una historia. Y si la historia deja de ser interesante, el cliente simplemente deja de leer. Las cadenas que cerraron tenían infraestructura, recursos, campañas millonarias. Pero no tenían una narrativa que inspirara. Y el vacío emocional es tan letal como el financiero.
No se trata de celebrar las caídas, sino de entenderlas. De leer entre líneas. Porque cuando los grandes tropiezan, los pequeños tienen una ventana para avanzar, si aprenden las lecciones correctas. El futuro no pertenece a quienes más locales tienen, sino a quienes mejor comprenden a quien se sienta frente a su mesa. Esa, quizás, sea la única fórmula que nunca pasará de moda.