El nuevo lápiz se llama Inteligencia Artificial

Cinco herramientas de IA que no reemplazan la creatividad, la amplifican. Mi selección personal para pensar, diseñar y crear mejor.

El nuevo lápiz se llama Inteligencia Artificial
Photo by Igor Omilaev / Unsplash

Nací en 1982, en una época donde el futuro todavía tenía aroma a papel y a tinta. Crecí entre los sonidos de un restaurante, el chisporroteo del aceite caliente y las conversaciones que se cruzaban entre mesas y cocineros. Ahí entendí que crear era mucho más que una tarea: era una forma de mirar el mundo. En la cocina aprendí que todo nace desde cero, que cada plato es una decisión y cada sabor una historia.

Esa necesidad de construir, de inventar, de transformar lo cotidiano en algo con sentido, me llevó naturalmente hacia la expresión artística. Siempre me gustó el dibujo, la música, la fotografía; todas eran formas de contar lo que no podía decir con palabras. No estudié arte, pero sí estudié publicidad y gastronomía, y con los años descubrí que ambas disciplinas compartían algo esencial: la búsqueda de conexión. La publicidad me enseñó a narrar ideas; la gastronomía, a transmitir emociones. Más tarde, cuando me especialicé en administración de negocios, entendí que la creatividad también podía ser una estrategia, un motor que mueve no solo proyectos, sino personas.

Pertenecer a la generación de los nacidos en los ochenta es haber crecido en un punto intermedio entre dos eras. Fuimos los últimos en rebobinar un cassette y los primeros en descargar una canción. Aprendimos a escribir cartas y a enviar correos electrónicos, a usar una cámara con rollo y luego a editar imágenes en una pantalla. Somos una generación bisagra: entendemos la nostalgia de lo analógico, pero también la fascinación de lo digital.

He sido testigo de cómo el mundo se transformó frente a mis ojos. Vi cómo Internet borró distancias, cómo los teléfonos se convirtieron en extensiones de nuestra memoria, cómo las redes sociales cambiaron la forma de construir una identidad. Cada avance tecnológico nos prometía más velocidad, más comodidad, más alcance; pero también nos exigía más criterio, más humanidad, más consciencia de lo que hacemos con esas herramientas.

Por eso, cuando apareció la inteligencia artificial, no la recibí con miedo, sino con curiosidad. La vi como una continuación natural de todo ese proceso: una herramienta poderosa, sí, pero también una prueba. No una prueba de capacidad, sino de intención. Porque la IA no viene a reemplazar la creatividad, sino a ponerla en contexto. Es, de algún modo, un nuevo lápiz. Un instrumento distinto, capaz de multiplicar nuestras posibilidades, pero que no funciona sin dirección humana.

La primera vez que la utilicé sentí una mezcla de asombro y familiaridad. Era como descubrir un nuevo ingrediente en la cocina o una nueva escala musical: no sustituye lo que ya sabes, pero te abre otras rutas. Te invita a experimentar, a ver de otra forma. Pero también te obliga a decidir con más claridad qué quieres decir. La tecnología puede ayudarnos a generar ideas, pero no puede darles propósito. Puede replicar estilos, pero no puede sentir la emoción que los origina.

Esa diferencia, sutil pero inmensa, es lo que sigue separando a las personas de las máquinas. En la cocina, en el diseño, en la música o en la escritura, lo que nos hace humanos es la intención. Es el deseo de comunicar, de conmover, de dejar una huella. Y esa intención no se programa. Se cultiva.

Mi generación ha visto cómo el mundo pasó de lo físico a lo intangible, de los oficios a los algoritmos. Y, sin embargo, seguimos buscando lo mismo: sentido. En cada proyecto, en cada marca, en cada creación. La tecnología cambió las herramientas, pero no la esencia. Seguimos necesitando historias, emociones y belleza. Seguimos necesitando el error, la duda, el ensayo.

Hoy pienso que la creatividad no está en los medios que usamos, sino en la mirada que tenemos. La inteligencia artificial no nos quita el mérito de crear; nos obliga a recordar por qué lo hacemos. Su valor no está en la perfección que alcanza, sino en las preguntas que nos devuelve.

A fin de cuentas, los que nacimos en los ochenta aprendimos algo que las generaciones más jóvenes están empezando a descubrir: que no hay progreso sin alma. Que la tecnología puede amplificar el talento, pero no inventarlo. Que el verdadero cambio ocurre cuando la innovación se encuentra con la sensibilidad.

Crecí entre el ruido de una cocina y la curiosidad de un niño que quería dibujar el mundo. Hoy, después de años de trabajar en el universo del diseño, la comunicación y la estrategia, sigo creyendo que todo parte de la misma chispa: la necesidad de crear algo que importe. Y aunque mi nuevo lápiz no manche las manos, lo sigo usando con la misma intención de siempre: dibujar ideas que tengan corazón.

a person holding a cell phone in their hand
Photo by Solen Feyissa / Unsplash

Top 5 herramientas de IA que realmente uso (y recomiendo) en el trabajo creativo

He probado decenas de aplicaciones de inteligencia artificial en los últimos meses. Algunas son pura pirotecnia tecnológica; otras, verdaderamente útiles.

Estas cinco se han ganado un lugar en mi día a día porque no reemplazan el trabajo creativo: lo potencian.


1. ChatGPT (OpenAI) – El copiloto de ideas

La IA conversacional de OpenAI sigue siendo la herramienta más versátil.
La uso para estructurar estrategias, explorar narrativas, probar títulos, pulir textos y pensar desde otros ángulos. No escribo con ChatGPT; pienso con él.
El secreto está en dominar el arte del prompting: saber preguntar bien es hoy una habilidad estratégica.

💡 Uso práctico: lluvia de ideas, storytelling, desarrollo de campañas, naming, análisis de tono y síntesis de insights.


2. Midjourney – La imaginación visual en estado puro

Midjourney es, hoy por hoy, la mejor aliada para visualizar conceptos antes de diseñar.
Sirve para explorar estilos, atmósferas y direcciones creativas que luego pueden traducirse a proyectos reales.
No reemplaza al diseñador, pero acelera la conceptualización.

💡 Uso práctico: moodboards, inspiración de packaging, renders previos para presentaciones y exploración de estilos visuales.


3. Runway ML – Del concepto al movimiento

Runway combina IA y video de manera intuitiva.
Permite generar clips, animaciones o transiciones visuales a partir de texto o imágenes. Es ideal para crear contenido experimental o para prototipar campañas audiovisuales.
La uso especialmente para conceptualizar storytelling visual.

💡 Uso práctico: edición rápida, motion graphics, storytelling visual para redes y presentaciones de marca.


4. Notion AI – Pensamiento estructurado

Más que una app, es una extensión del cerebro.
Notion AI permite integrar inteligencia artificial dentro del flujo de trabajo diario: redactar briefs, resumir reuniones, organizar ideas o crear tableros de contenido.
En proyectos de marketing o branding, es un gran aliado para mantener la coherencia entre estrategia y ejecución.

💡 Uso práctico: organización de proyectos, desarrollo de documentos estratégicos, planificación de contenido, resúmenes automáticos.


5. Adobe Firefly – IA con criterio estético

La diferencia entre Adobe y otras plataformas generativas es la integración con el ecosistema profesional.
Firefly no busca reemplazar la creatividad humana, sino ampliarla dentro de Photoshop, Illustrator o Premiere.
Es ideal para trabajar con prompts controlados, manteniendo fidelidad visual y derechos de uso claros.

💡 Uso práctico: retoque inteligente, generación de fondos, creación de texturas, simulación de productos y prototipado rápido.


El gran error es usar la IA como atajo.

Las mejores herramientas no son las que hacen el trabajo por ti, sino las que te permiten pensar más rápido, visualizar mejor y decidir con más claridad. En creatividad, el talento sigue siendo insustituible; la IA simplemente nos da más espacio para usarlo.