Café Bustelo: del estante al refrigerador
Con más de $300 millones en ventas y 22 trimestres de crecimiento, Café Bustelo se reinventó lanzando café helado en refrigerados. Una jugada estratégica que lo posiciona frente a gigantes como Starbucks RTD y conecta con millennials y Gen Z en el mercado de café frío en expansión.

En un supermercado cualquiera de Estados Unidos, Café Bustelo ha sido durante décadas un símbolo reconocible en el pasillo de productos enlatados y shelf-stable. Con su icónico empaque amarillo y rojo, la marca fundada en 1928 en Nueva York se convirtió en un referente del café latino en el mercado norteamericano. Pero en 2025, mantenerse en ese único territorio significaba ignorar un cambio evidente en los hábitos de consumo: el auge del café frío y listo para beber.
Con 22 trimestres consecutivos de crecimiento y ventas que superan los $300 millones anuales, Café Bustelo tenía una posición sólida, pero enfrentaba un dilema. El mercado del cold brew y RTD coffee (ready-to-drink) se proyecta en más de $3,000 millones para 2030 (Allied Market Research), y las nuevas generaciones —millennials y Gen Z— lo han convertido en un ritual cotidiano. Ignorar esa tendencia era arriesgar no solo participación de mercado, sino relevancia cultural.



El segmento de cafés fríos y listos para tomar es uno de los más dinámicos en la industria de bebidas. Según datos de Statista, en EE. UU. este mercado ya supera los $1,600 millones en 2024 y crece a tasas de doble dígito. Lo que comenzó como una alternativa de nicho al café tradicional se ha convertido en un fenómeno mainstream impulsado por tres fuerzas: conveniencia, lifestyle y percepción de calidad.
La conveniencia es clave: el consumidor busca productos que lo acompañen en trayectos cortos, rutinas laborales híbridas o momentos de recreación. A esto se suma un componente aspiracional: para muchos jóvenes, el café frío está vinculado a experiencias de cafetería, estética de redes sociales y una identidad más “moderna” en comparación con el café caliente en casa. Finalmente, la categoría también se beneficia de la innovación en sabores, proteínas añadidas o fórmulas bajas en azúcar, que la acercan a tendencias de salud y funcionalidad.
Para Café Bustelo, el salto al refrigerador en 2024 representó un cambio estratégico. La marca pasó de ser un café para preparar en casa a convertirse en una opción de consumo inmediato, ampliando las ocasiones de uso: desde la oficina hasta un paseo de tarde. Este movimiento le permitió visibilidad en un espacio donde compite no solo con otras marcas de café, sino también con energizantes, kombuchas y bebidas funcionales.
La oportunidad estaba clara: capitalizar un equity cultural fuerte, especialmente en comunidades latinas, y proyectarlo hacia un público más amplio que busca autenticidad y sabor intenso. Pero también había riesgos. No todas las marcas tradicionales logran trasladar su esencia a otra categoría sin parecer oportunistas. Bustelo lo consiguió porque no traicionó su ADN: sigue ofreciendo un café robusto, con carácter, solo que en un formato adaptado al consumidor actual.
Aquí es importante subrayar que el éxito no depende solo de entrar a la categoría correcta, sino de hacerlo con coherencia. Una marca sin raíces culturales o sin un atributo diferenciador podría caer en la trampa de ser percibida como un “me too” más en un refrigerador abarrotado.
El espacio de cafés fríos en refrigerados está dominado por jugadores fuertes. Starbucks RTD, en alianza con PepsiCo, lidera el segmento con más del 70 % del mercado estadounidense (Statista 2024). Otras marcas como Dunkin’, Califia Farms o La Colombe también han consolidado posiciones importantes, cada una con un enfoque distinto: desde el precio accesible hasta el sello premium o artesanal.
En este contexto, Café Bustelo no compite por volumen, sino por identidad. Su propuesta de café “espresso style” le da un ángulo único frente a marcas más ligadas al café filtrado o americano. Además, su herencia latina le permite conectar con una comunidad en crecimiento que valora tanto la tradición como la modernización de un ritual cultural.
El paso de Café Bustelo del estante al refrigerador es más que un lanzamiento de producto: es un ejemplo de cómo una marca con raíces profundas puede reinventarse sin perder autenticidad. Representa la capacidad de leer tendencias, pero también de filtrar cuáles son coherentes con su historia.
El aprendizaje para la industria es claro: extender una marca no se trata de ocupar más espacio en góndola, sino de ampliar el significado que tiene en la vida del consumidor. Bustelo entendió que su promesa de sabor intenso podía expresarse en un formato frío y conveniente sin diluir su esencia.
El caso Café Bustelo muestra que la innovación más poderosa no siempre es inventar algo nuevo, sino reinterpretar lo que ya eres en un contexto distinto.
En un mercado donde los consumidores exigen autenticidad y conveniencia al mismo tiempo, las marcas que logren este equilibrio tendrán no solo ventas, sino un lugar asegurado en la cultura del café del futuro.