La razón por la que grandes marcas de alimentos están perdiendo mercado
En la guerra por la fidelidad del consumidor, las marcas tradicionales están perdiendo frente a opciones más pequeñas, premium y auténticas. Este análisis revela por qué la calidad del producto ya no es negociable, y cómo ignorarla puede costar millones.
“Sin producto, los otros tres P del marketing —precio, plaza y promoción— son solo ruido de fondo.”
Durante décadas, las grandes marcas de consumo masivo (CPG) dominaron las estanterías con autoridad. Pero hoy, frente al auge de marcas pequeñas, premium y conscientes, muchas de esas gigantes parecen haber olvidado una verdad elemental: el producto es el alma de la marca. Y si falla, todo lo demás se derrumba.
En 2025, no es la publicidad lo que define el éxito. Es la experiencia. Y la experiencia comienza (y termina) con la calidad del producto.
¿Qué está fallando en las grandes marcas?
Después de años de recortes y reformulaciones impulsadas por la rentabilidad, muchas de las marcas tradicionales ofrecen productos que son, paradójicamente, más caros y de menor calidad que nunca. El resultado: pérdida de lealtad, caída de participación de mercado y consumidores que ya no compran por costumbre, sino por convicción.
Un análisis de Curion muestra que los productos de alto rendimiento son 15 veces más propensos a lograr el éxito a largo plazo que aquellos de bajo desempeño. Y sin embargo, tras una década de reformas enfocadas en recortar costos, la calidad promedio en muchas categorías ha caído, especialmente en productos shelf-stable como cereales, sopas y snacks.
Según datos de NielsenIQ de 2024, el 76% de los consumidores estadounidenses afirman que "la calidad del producto es el factor principal para elegir una marca", muy por encima del precio (54%) o la publicidad (22%).
El consumidor ya no perdona
En la era del ecommerce y las redes sociales, la calidad ya no puede esconderse detrás de la marca o el empaque.Una estrella más en las reseñas de Amazon o Walmart puede aumentar las ventas hasta un 26%, según estudios de Northwestern University. Los consumidores consultan reseñas antes de comprar, y si el sabor, la textura o el valor percibido no cumplen, simplemente no repiten.
Además, el informe 2025 de Bain & Company confirma una tendencia decisiva: las personas dividen su gasto entre marcas privadas (private label) con buena relación precio-calidad, y productos premium que realmente justifican su precio. Marcas como Trader Joe’s, Aldi o Kirkland de Costco están redefiniendo lo que significa “confianza del consumidor”.
En contraste, muchas marcas tradicionales han perdido entre 1.5% y 4% de participación anual en categorías clave como lácteos, cereales y comidas listas. Estas cifras, aunque parezcan pequeñas, representan pérdidas de cientos de millones de dólares en un solo año.
El nuevo consumidor exige autenticidad y valor
Movimientos como el de las “crunchy moms” —madres que promueven alimentación limpia, libre de aditivos— no son una moda. Han impulsado la agenda regulatoria, presionando incluso a la FDA, que recientemente prohibió el colorante Rojo N°3 en productos infantiles. Y estos movimientos no están solos. TikTok, Instagram y plataformas de reseñas se han convertido en tribunales de la calidad real de los productos.
Un análisis de McKinsey muestra que los consumidores jóvenes, especialmente millennials y Gen Z, son más propensos a cambiar de marca por razones de calidad que por precio. De hecho, el 64% de la Generación Z declara haber dejado de comprar una marca tras una mala experiencia con un producto.
Lo que está en juego no es solo percepción. Es rentabilidad
La pérdida no es simbólica. Es contante y sonante:
- Las dos principales marcas de mac & cheese shelf-stable en EE.UU. han perdido casi 5% de su cuota en apenas 3 años, según Nielsen.
- Desde 2020, marcas de bajo valor agregado han caído más de 2 puntos porcentuales en participación general del canal grocery retail.
- El gasto en innovación de producto ha disminuido un 18% en las grandes CPG desde 2015, mientras que las ventas de marcas emergentes han crecido al doble del ritmo de las tradicionales, según IRI y SPINS.
¿Sigue pareciendo caro invertir en reformulación o ingredientes reales?
El verdadero costo de ignorar la calidad
Sí, innovar cuesta. Reformular lleva tiempo. Pero ignorar la calidad es aún más caro. En un contexto donde la IA, los datos y la eficiencia operativa están en la cima de la agenda empresarial, es fácil olvidarse del centro: la gente quiere comer bien.
Y si una marca no lo entrega, alguien más lo hará. Y lo hará mejor, más rápido y con narrativa auténtica.
Revisar fórmulas, escuchar al consumidor, testear con rigor sensorial, priorizar la calidad organoléptica sobre la planilla de Excel: ahí están las verdaderas oportunidades. Porque en un entorno donde cada producto se evalúa al segundo clic, la mediocridad no tiene cabida.
La industria está llena de slogans, influencers y campañas omnicanal. Pero nada puede salvar a un mal producto. Ningún precio, promoción ni algoritmo puede reemplazar la sensación de haber elegido bien.
2025 no será solo el año de la automatización. Será el año donde ganarán quienes reconozcan que su problema de crecimiento no es digital, es sensorial.
Las marcas que inviertan en calidad, sabor y experiencia, serán las que recuperen el corazón (y la cartera) de sus consumidores.
Porque sin producto, no hay marketing que valga.