El adiós a los colores artificiales: una apuesta de General Mills por el futuro del consumo consciente
General Mills anunció que eliminará los colorantes artificiales de su portafolio minorista en EE.UU. antes de 2027, marcando un giro estratégico hacia ingredientes más naturales.
El color en los cereales ha sido, durante décadas, un símbolo del desayuno feliz. Rojo intenso, verde limón, azul eléctrico. Para muchos consumidores, abrir una caja de Trix o Lucky Charms es como mirar un arcoíris en miniatura. Pero esa estética vibrante tiene fecha de expiración: General Mills, una de las empresas emblemáticas de alimentos en Estados Unidos, acaba de anunciar que eliminará los colorantes artificiales de toda su línea minorista para finales de 2027.
La decisión, que también se extiende a los productos que ofrece en escuelas K-12 para el verano de 2026, forma parte de un movimiento más amplio en la industria: un viraje hacia ingredientes más naturales, que responde tanto a las presiones regulatorias como a las expectativas de una generación de consumidores mucho más consciente y exigente.
Reformular con propósito: más que una tendencia, una decisión estratégica
General Mills no es nueva en esta conversación. Ya en 2016 intentó eliminar los colorantes sintéticos de Trix, reformulando el cereal con colorantes de origen natural. Pero la experiencia fue agridulce: las ventas cayeron, y los consumidores reclamaron que los colores eran menos vivos, menos “divertidos”. Un año más tarde, la versión original volvió a las estanterías. Fue una lección clave para la industria: lo natural no siempre se percibe como equivalente en experiencia sensorial.
Hoy, sin embargo, el contexto es otro. La presión institucional viene desde el Departamento de Salud y Servicios Humanos, encabezado por Robert F. Kennedy Jr., que estableció una meta voluntaria para que la industria elimine seis colorantes sintéticos antes de 2027. Aunque no es una obligación legal, la señal es clara: quien no se sume ahora, podría enfrentarse más adelante a regulaciones más exigentes y menos flexibles.
Por eso el movimiento de General Mills —seguido por Kraft Heinz en la misma semana— no es improvisado ni aislado. Es una decisión estratégica que busca anticiparse a los cambios normativos, proteger la reputación de marca y consolidar liderazgo en una categoría históricamente asociada a lo infantil, lo colorido... y también, cada vez más, lo cuestionado.
¿Qué implica realmente reformular un cereal?
Eliminar colorantes artificiales no es simplemente cambiar un ingrediente. Es rediseñar el producto, su percepción y su promesa. Hay retos de abastecimiento: ¿hay suficiente oferta de colorantes naturales como la cúrcuma, el betabel o el espirulina? Hay retos técnicos: ¿cómo afecta esto la vida útil, la textura, el sabor? Y hay, sobre todo, retos de comunicación.
General Mills sabe que no puede repetir la historia de 2016. Esta vez, el enfoque será gradual, con márgenes de hasta 30 meses para completar la transición, y una narrativa más alineada con los valores del consumidor actual: salud, transparencia, responsabilidad.
En términos prácticos, la compañía estima que esta medida afectará alrededor del 15% de su portafolio minorista en EE.UU. y “una porción menor” de sus productos escolares. Eso no reduce la complejidad del proceso, pero sí permite enfocar recursos en las líneas más sensibles y visibles.
De la exigencia técnica al valor emocional
La gran lección aquí es que la reformulación no es solo un ejercicio de laboratorio: es una construcción de marca. Cuando una empresa como General Mills decide eliminar ingredientes sintéticos, lo hace no solo por cumplir una norma, sino por reconfigurar su lugar en el imaginario colectivo. Es una señal de que lo que antes se consideraba “aceptable” ahora necesita justificar su permanencia.
La historia muestra que las grandes transformaciones en la industria alimentaria no ocurren de un día para otro. Pero cuando una marca decide adelantarse al cambio, puede no solo adaptarse, sino liderarlo.
Como dijo Jeff Harmening, CEO de General Mills: “A lo largo de nuestra historia, hemos respondido con rapidez a las necesidades cambiantes de los consumidores. Esta transición es una prueba más de ese compromiso.”



General Mills ha puesto sobre la mesa una nueva forma de leer los colores en la industria de alimentos: no solo como parte del diseño del producto, sino como un reflejo de valores, coherencia y visión a largo plazo.
Mientras la FDA mantiene por ahora su postura voluntaria, las grandes compañías ya se mueven en la dirección que muchos esperaban. Lo hacen no solo por cumplir, sino para construir confianza en un contexto donde las decisiones de compra son cada vez más emocionales, informadas y alineadas con causas.
El futuro de Trix, Lucky Charms y otros íconos de la despensa estadounidense ya no dependerá de qué tan brillantes se vean en el plato, sino de qué tan transparentes sean sus procesos.
Y en esa transparencia, las marcas están encontrando una nueva paleta de colores: la del propósito.